No hay forma de que nos dejen tranquilos. La última asamblea general del Athletic de Bilbao celebrada esta semana tuvo un elemento aglutinador en sus más de ocho horas de duración: las alusiones a la Real Sociedad, que desde hace tiempo se ha convertido en referente al otro lado de la autopista. El presidente Jon Uriarte expresó su deseo de posicionar a su club como «el único made in Euskal Herria» y anunció su voluntad de ser más agresivos en la captación en Gipuzkoa, doblando el número de ojeadores en nuestro territorio de once a veintidós. «Tenemos que ser los primeros en detectar el talento», proclamó a los cuatro vientos.
La intervención de alguno de los socios del Athletic de Bilbao tampoco tuvo desperdicio, como el que tomó la palabra para denunciar que «no puede ser que un club ascensor como la Real Sociedad sea más que nosotros». Con un ascenso en 56 años no sé si el calificativo es el más indicado, pero el reconocimiento desde el oeste de Euskadi de que la Real es más no deja de ser toda una novedad, porque hasta ahora la mayoría seguía con la venda puesta en los ojos negando la evidencia.
Ésa que desde 1967 ha contemplado 44 victorias blanquiazules en los derbis por 34 rojiblancas. Ésa que ha visto ganar dos Ligas a la Real Sociedad y ser tres veces más subcampeón, dos de ellas tras perder el título en el último suspiro, amén de otras dos Copas conquistadas. Ésa que dicta que el txuri-urdin es el equipo vasco que más lejos ha llegado en la Copa de Europa o Champions League y que más partidos de la principal competición europea ha disputado. Ésa que recuerda que es el campeón de la primera Supercopa disputada y que aún otorga al mejor entrenador de su historia, Alberto Ormaetxea, el récord de la imbatibilidad con 38 partidos de Liga sin perder.
Desde que Iñigo exclamó aquello de que «aquí no vale con quedar en la mitad de tabla» la Real Sociedad va como un cohete
Por si no fuera suficiente con lo anterior, el 'sorpasso' sufrido en los últimos años les ha hundido en la frustración más absoluta. Casualmente, desde que hicieron uso de su chequera infinita para llevarse a Iñigo Martínez, el Caballo de Troya que les colamos. Como si de la maldición de Béla Guttmann en el Benfica se tratara, desde que exclamó aquello de «aquí no vale con quedar en la mitad de la tabla» para defender la ambición rojiblanca frente al supuesto conformismo blanquiazul, la Real va como un cohete. No solo ha quedado siempre por delante sino que mientras enlaza cuatro clasificaciones seguidas para Europa, la última a Champions, en la otra orilla son seis años ya sin cruzar los Pirineos.
Y claro, no me olvido del 3 de abril de 2021 y la victoria en la final de Copa, una fecha histórica en Gipuzkoa y que en Bizkaia supuso una catástrofe que se llevó por delante su castillo de naipes. Después de comprobar la flotabilidad de la gabarra y que podía llegar hasta La Concha sin frenos, el gol de Oyarzabal fue un mazazo del que no se han recuperado. Y tardarán en hacerlo mientras sigan creyendo que el origen de sus males está en el buen momento de la Real y del fútbol guipuzcoano.
La Real ha llegado a la situación actual tras un proceso de años en los que ha desarrollado con éxito un proyecto
Este miércoles asistí con motivo del Día del Entrenador a una interesante ponencia que ofreció Marco Otero, responsable de la academia del Olympique de Marsella desde hace un año y anteriormente de la del Valencia ahora tan de moda por la irrupción de chavales como Mosquera, Javi Guerra, Diego López o Fran Pérez. Comentó que con el segundo mayor presupuesto del fútbol francés, 250 millones, solo tienen un jugador de la cantera en el primer equipo, el tercer portero, y que su aspiración es que a largo plazo puedan llegar a cuatro o cinco. Y dijo una cosa muy importante, que lo que diferencia a la Real de la mayoría de los clubes es que mientras que aquí ha habido un proceso para desarrollar un proyecto en otros sitios, no.
La Real, con la mitad del dinero del Marsella y un territorio pequeño cada vez más envejecido, brilla en Europa con cinco jugadores nacidos en Gipuzkoa –Zubeldia, Aihen, Zubimendi, Barrenetxea y Oyarzabal–, dos navarros –Remiro y Merino– y un bretón (Le Normand) al que fogueó tres años en el Sanse. Además están Odriozola, Turrientes, Pacheco, Aritz, Olasagasti, Marrero, Urko... ¿No es un club 'made in Euskal Herria'?
Es la historia de siempre, la versión 3.0 de aquella bravata de Aurtenetxe en los ochenta de que tenían que ser la selección de Euskadi e irían a por el crack del vecino. 35 años después siguen sin reparar en por qué cada vez tienen menos jugadores del cinturón de Bilbao cuando concentran a un millón de habitantes. En la plantilla están Yeray, Lekue, Paredes, García de Albéniz y para de contar, mientras que hay siete navarros, seis guipuzcoanos y cuatro alaveses. O por qué han pasado tres presidentes desde 2018 con otros tantos proyectos distintos. Mientras no despejen esas incógnitas y sigan apuntándonos con el dedo, seguiran por detrás. Aunque resulten muy cansinos...
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