Es difícil explicar enlazando unas cuantas palabras las sensaciones vividas en una noche como la de ayer. Por que no se trató sólo de ganar el derbi, ese partido que sirve para dar la tabarra al vecino durante un par de semanas y cuya victoria es la más deseada de la temporada. No fue únicamente eso. Lo que desató el delirio en la grada fue el cómo se consiguió. En esta vida que discurre a velocidad de vértigo nos pasamos el tiempo fijándonos destinos sin reparar en que la belleza reside en cómo recorrer el camino.
Y anoche hubo una imagen que se me clavó en el alma. Cada uno de ustedes tendrá su momento mágico en la retina, pero el mío llegó cuando Montanier decidió sustituir a Illarramendi. Esos segundos en los que el mutrikuarra recorrió el camino hacia el banquillo con el público de Anoeta puesto en pie para premiar su exhibición me tocaron la fibra. Porque ese chaval al que hemos visto jugar toda la vida en los campos guipuzcoanos encarnaba en su rostro emocionado lo que significa este club y los valores que nos enamoraron cuando tuvimos razón de ser.
El trabajo, la honestidad, la entrega y la humildad después del trabajo bien hecho. Fue él el protagonista, pero pudimos haberlo sido cualquiera de esos niños que hemos dormido cientos de noches agarrados a un balón soñando con triunfar en nuestra en la Real. Ésa fue la clave de la victoria en el derbi: el sentimiento. Por eso entenderán que me resulte complicado analizar desde lo racional aspectos que tienen que ver con el corazón y otros valores que también juegan su parte en esto del fútbol.
La Real fue superior a su rival de principio a fin, haciéndose acreedor a una victoria que quizás pudo ser más abultada incluso. No lo digo yo, se lo escuché decir a dos periodistas de Bilbao cuando descendían cabizbajos las escaleras hacia la sala de prensa de Anoeta y no se percataron de mi presencia. «Vaya baño que nos han dado. Porque al final se han dedicado a hacer filigranas, que si no, nos vuelven a clavar cinco como aquella vez». En esta ocasión la sangre no llegó al río.
El arranque del partido resultó trepidante, propiciado por dos equipos que salieron a jugar sin ninguna reserva. Montanier realizó un ajuste que resultaría clave respecto a anteriores partidos, ya que Markel Bergara e Illarramendi formaron pareja en el doble pivote con Zurutuza más adelantado como mediapunta. El triángulo de siempre pero en vez de invertido como solía ser habitual, esta vez en su posición. Con esta maniobra logró varios objetivos. Primero que Illarramendi jugase más retrasado, cerca de su puesto natural, desde el que pudo explotar mejor sus condiciones jugando de cara. Segundo, impidió que el Athletic ganase las espaldas a los volantes -uno de los puntos débiles de la Real-, ya que al jugar con doble pivote esto resultaba poco menos que imposible.
Y tercero, al eliminar un volante y retrasarlo, dejó libre una importante parcela del campo por la que pudo manejarse como le gusta Antoine Griezmann, al que facilitaron su labor un solidario Agirretxe y un Zurutuza que se complementó extraordinariamente bien con él.
En el lado contrario, a Bielsa tampoco le tembló el pulso para salir abiertamente a por el partido. Situó a Susaeta, Aduriz e Ismael López en línea de vanguardia, con Iturraspe de cerebro y De Marcos de korrikalari por el pasillo central para sorprender desde atrás. Lo que sucedió en esta ocasión es que a sus jugadores les faltó corazón y la intensidad que mostraron los blanquiazules.
Con estas premisas el derbi resultó un pulso precioso en su primer acto, no tanto por las ocasiones de gol, sino por las constantes alternativas en el juego. La Real dominaba más el juego en corto a partir de las arrancadas de Griezmann y de Zurutuza, que hacían daño a Iturraspe y De Marcos en la zona ancha. Los rojiblancos, sin embargo, lo hacían mejor en el fútbol en largo, ya que Susaeta e Ismael abrían el campo para buscar espacios por dentro para De Marcos y Muniain. Las diagonales de Iturraspe y Amorebieta hicieron correr a los realistas en el repliegue.
Gracias a la fantástica labor de Markel e Illarramendi la Real aguantó el tipo en el centro del campo y llevó la iniciativa en el juego con rápidas acciones en las que Griezmann fue el gran protagonista. Además de una falta directa en la que hizo volar a Iraizoz, pasada la media hora pudo batirle en una gran jugada dentro del área que acabó rematando con la derecha y que aquél respondió con una mano milagrosa. La misma que desvió poco después el zurdazo lejano de Illarramendi. El Athletic sufrió de lo lindo en ese cuarto de hora previo al descanso en el que la Real apretó el acelerador.
Vendaval realista
Lo que no sabían los rojiblancos es que lo peor estaba por llegar. Porque el cuadro blanquiazul salió decidido a ganar el derbi tras el descanso. Si en el primer tiempo fue mejor, después arrolló a un rival al que le faltó alma. Dirigidos magníficamente en el centro por un Illarramendi colosal, Griezmann y Zurutuza se dedicaron a lanzar ofensivas sobre la meta de Iraizoz, el mejor visitante de largo. El mutrikuarra ya pudo marcar en una jugada de escándalo en la que se plantó solo frente al meta navarro y cuyo remate salió lamiendo la base del poste. Las posibilidades de este chaval son ilimitadas, porque con la calidad que tiene no es normal jugar a la intensidad con la que lo está haciendo. Ojito a él, que es el gran tapado de esta Real.
No es el caso de Griezmann, sobre el que recaen todos los focos de atención, algo que no inmuta al francés, como demostró en la acción que abrió el partido. La sutileza con la que pilla a contrapié a toda la defensa bilbaína con su remate es digna de estudio. Y eso que el disparo lo hizo con la pierna mala. Menos mal...
De ahí en adelante, con la Real embalada, ya no hubo partido, porque enseguida llegó la jugada del segundo tanto y la expulsión de Amorebieta. Los veinte minutos finales sirvieron para paladear el sabor del triunfo como pocas veces ante un león entregado. Ya saben que pocas conclusiones se pueden extraer de un partido al siguiente, porque cada semana se tratan de historias diferentes, pero hay una que puede hacer mejorar mucho las prestaciones de la Real en el futuro. Es el dibujo que empleó anoche Montanier, que da más seguridad defensiva al equipo sin balón y más capacidad de sorpresa en ataque, al dejar más espacio libre para la creatividad individual. Que lo disfruten. Lo tienen bien merecido.
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