Borrar

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

El día que Brais Méndez firmó su contrato con la Real fue el último paso de un proceso largo, complicado, de incertidumbres, incógnitas, dudas, esperanza y certezas. De dos años, según reconocieron los actores principales de la última incorporación de la Real. Su fichaje nace y se gesta dentro de un grupo que en Zubieta trabaja de sol a sol, y que se le conoce como la unidad de scouting. Scout en inglés significa explorar, y, en su exploración, este grupo que cuenta con el respaldo y garantía de Roberto Olabe, va trazando aristas, gráficos, estadísticas y todo tipo de algoritmos para comprobar si el elegido calza como un guante en el equipo blanquiazul. Después llegará la negociación con el jugador, agente, club de procedencia, etc. No hay meigas aquí, aunque la suerte siempre es mejor tenerla de viento de cola, y Brais sea de Mos, Pontevedra.

De un tiempo a esta parte se han juntado varios aspectos que han elevado la visión que había fuera de Gipuzkoa de la Real. Un exagerado número de jugadores del filial que dan el salto (no todos lo pueden hacer y por ello hay que asumir que haya bajas), un juego atractivo acompañado de resultados (Copa del Rey y tres clasificaciones europeas consecutivas), un aspecto del campo envidiable y un porcentaje muy alto en el acierto en cuanto a las incorporaciones. Porque puede haber un Sagnan, pero también un Merino o un Isak.

En este último grupo se quiere incrustar Brais Méndez. No es un jugador cualquiera. Para empezar es internacional, se ha convertido en uno de los habituales para Luis Enrique y es el tercer traspaso más caro en la historia blanquiazul. El crecimiento de la Real se explica con este fichaje, ya que el jugador no dudó en aceptar la llamada y abandonar así al club de toda su vida y donde se formó. Dicen que 'las meigas, habelas hainas', pero en este fútbol moderno, los hechizos no tienen sitio. Solo las buenas pócimas.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios