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Jueves, 26 de abril 2018, 07:26
Todo derbi futbolístico que se precie debe cumplir dos ingredientes: rivalidad enconada entre los equipos y tradición histórica de esos duelos. Por eso, solo los partidos entre la Real Sociedad y el Athletic, donde ahora juega Iñigo Martínez, pueden definirse propiamente como tales dentro del fútbol vasco. El resto se trata de partidos entre clubes cercanos geográficamente, porque contra el Eibar, Osasuna o Alavés no existe esa tradición tan dilatada en el tiempo ni la animadversión entre unos y otros, siempre entendida desde el punto de vista deportivo.
En realidad la rivalidad entre la Real Sociedad y el Athletic es una lucha entre los primeros por proteger su cantera y resistir al poderío económico del adversario y de los segundos por dar rienda suelta a su pretensión de contar con los mejores jugadores vascos, navarros y riojanos. Desde el lado txuri-urdin las afrentas sufridas por el vecino se han ido acumulando con infinita paciencia durante más de un siglo y este capítulo de Iñigo Martínez no es más que el último de una larga lista de agravios.
El primer choque importante entre ambos se dio en la octava edición de la Copa jugada en 1911 en Getxo. La Real Sociedad venía de ser campeona en 1909 y subcampeona en 1910, bajo los nombres de Club Ciclista San Sebastián y Vasconia por cuestiones federativas, por lo que era un serio candidato al título. Participaban el Athletic, el Bilbao, Barcelona, Espanyol, Gimnástica Española, Fortuna de Vigo, Santander FC y tres equipos de las Academias de Artillería, Caballería e Infantería de Segovia, Valladolid y Toledo, además de la Real Sociedad.
Desde su origen el Athletic jugaba con futbolistas ingleses, porque eran los mejores de la época. En el primer partido ganó por 2-0 al Fortuna de Vigo, pero la Real Sociedad encabezó una denuncia dado que había alineado a dos profesionales ingleses, Sloop y Martin, que no cumplían las normas federativas. Un tercer jugador, Weith, sí era apto para jugar porque llevaba en el club más de un año. La denuncia no prosperó y la Real Sociedad se retiró sin debutar en el torneo.
El Athletic, que no volvió a alinear a los dos jugadores envueltos en la polémica, ganó la final. Más tarde la Federación Española anuló el torneo y modificó el reglamento para decidir que solo permitiría alinear tres extranjeros por equipo, siempre que llevasen tres años de residencia en España. El Athletic lo vio como una maniobra en su contra y decidió desde entonces jugar sin extranjeros, dándose la paradoja de que el primer equipo en utilizarlos ha presumido después de ser el único en no hacerlo. Ahora ha vuelto a levantar las barreras, como sucedió con la contratación del francés Aymeric Laporte. También parece que el rumano Cristian Ganea vestirá de rojiblanco desde verano.
Durante el franquismo la Real Sociedad no estorbó mucho al Athletic, en parte porque algunas temporadas jugó en Segunda y en otras peleaba más por no bajar que por la zona noble de la tabla. Pero tras el ascenso de Puertollano en 1967 e impulsado por una prolífica política de cantera se acostumbró a estar por encima del cuadro bilbaíno -hasta ocho veces en las doce campañas comprendidas entre la 70/71 y la 81/82-. En Bilbao no asimilaron nada bien vivir a la sombra de la Real Sociedad.
La existencia del Derecho de Retención, por el que los clubes podían prorrogar indefinidamente los contratos de los jugadores con un incremento anual del 10% de su ficha, le blindaba ante cualquier incursión del Athletic. Los traspasos solo se daban si los equipos querían vender. De hecho, la Real Sociedad sacó a Idígoras al Valencia y a Periko Alonso al Barcelona para ganar un dinero que le permitiera cuadrar sus por entonces siempre deficitarias cuentas.
Pero en 1984 fue abolido el Derecho de Retención y los clubes acudieron a las cláusulas de rescisión, como forma de indemnización pactada en caso de que el jugador quisiera romper su contrato con antelación a su vencimiento. Ahí el Athletic, que tiene el dinero por castigo, vio el camino despejado para asaltar la huerta blanquiazul. Además, mataba dos pájaros de un tiro. Reforzaba su plantilla y debilitaba la del rival. Menos mal que su ojo clínico en los fichajes ha dejado bastante que desear...
Pedro Aurtenetxe, presidente del Athletic en los ochenta, puso voz a aquel sentimiento conquistador: «Iremos a por el crack del vecino. El Athletic tiene que ser la selección de Euskadi. Aquí no hay sitio para tres equipos», advirtió a Real Sociedad y Osasuna. Algo que en Bilbao se daba por supuesto pero que nadie se había atrevido a decir públicamente.
Con la careta quitada, su primer trofeo en esa conquista fue el fichaje de Loren en 1989, por entonces el delantero más prometedor de una Real Sociedad que acababa de perder un año antes a Begiristain, Bakero y Luis Mari López Rekarte. Pagó los 300 millones de pesetas de su cláusula y se lo llevó. Esa maniobra agrió la relación entre las dos directivas y, lo que es más importante, entre las aficiones, que nunca volvieron a recuperar la armonía de años atrás.
Desde entonces fueron varios los que, atraídos por el dinero, decidieron cambiar de bando: Iturrino, Billabona, Alkiza, Imaz, Zubiaurre, Gabilondo, Xabi Castillo, Díaz de Cerio, Balenziaga, Elustondo... Casi ninguno triunfó. Es más, la mayoría salió por la puerta de atrás y tuvo que reclasificarse en conjuntos de segundo nivel.
La Real Sociedad reaccionó implantando cláusulas 'antiathletic' con un blindaje más alto que el normal, algo que molestó en Bilbao. La vieja historia del verdugo que se queja de que la víctima se defienda. Un derecho que negaban a la Real Sociedad.
Pero la bomba saltó con el fichaje de Joseba Etxeberria en 1995 cuando venía de ser el máximo goleador del Mundial juvenil de Catar y había debutado con la txuri-urdin con apenas 17 años. De hecho, participó de aquel 5-0 en el que el Athletic salió humillado de Anoeta y lo celebró por todo lo alto.
Pero el 7 de julio de ese año Etxeberria presentó un talón por 550 millones de pesetas para comprar su libertad y fichar por el Athletic. La directiva de Luis Uranga rompió relaciones con la bilbaína y en su primera visita a Anoeta el clima no pudo ser más hostil hacia los rojiblancos.
El 19 de mayo de 1996 Arrate necesitó de un cordón policial para acceder al palco de Anoeta, donde no se le dirigió la palabra. «Es el campo en el que peor nos han tratado», afirmó, antes de tachar de «cobarde» e «irresponsable» a Luis Uranga y de «cateto» a Odón Elorza. Él, que sembró vientos, quejándose de recoger tempestades.
En 2005 el Athletic hizo un enorme ridículo al fichar en contra de la legalidad vigente a Iban Zubiaurre, que tenía contrato en vigor en San Sebastián. El caso llegó a los tribunales tras un largo proceso -famoso por aquel 'Basta ya' de la presidenta Ana Urkijo- que mantuvo inactivo al jugador y que acabó condenando al club bilbaíno a pagarle a la Real Sociedad cinco millones de euros -casi lo que le costó Willian José hace dos años-. Un gran negocio por un chaval que solo había jugado 14 partidos de titular en Primera y que en Bilbao solo jugó un partido en cuatro años. Su carrera acabó en Segunda B. Lo de Iñigo Martínez no deja de ser una gota más en un enorme charco a lo largo de más de cien años de rivalidad entre el Athletic y la Real Sociedad.
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