Rafinha, titular en el partido que pudo ser su despedida como jugador de la Real, conduce el balón durante una acción, ayer en el Reale Arena. /
Rafinha, titular en el partido que pudo ser su despedida como jugador de la Real, conduce el balón durante una acción, ayer en el Reale Arena. /
Llegó en navidades cedido del París Saint-Germain y en apenas cinco meses se ha ganado por méritos propios el reconocimiento de toda la familia txuri-urdin. Y es que el futbolista hispano-brasileño que aterrizó en Donostia más como Rafael que como Rafinha por una cuestión de madurez ha demostrado ser un auténtico arquitecto capaz de construir lo que le venga en gana. Ahora todo hace indicar que abandonará la Real a final de temporada porque la cesión no tiene opción de compra, pero vistas sus prestaciones a lo largo de estos veintiún partidos con la camiseta donostiarra, no sería una casualidad que Roberto Olabe y compañía intentaran retener al hijo del mítico Mazinho.
Antes de recalar en Zubieta nadie dudaba de la calidad de un Rafinha que a sus 29 años ya sabía lo que era jugar nada más y nada menos que en el Barcelona, Inter y PSG además del Celta, por supuesto, su segunda casa y donde dio el verdadero paso adelante. Ahora bien, en cuanto se juntó en ese centro del campo con figuras como Silva, Merino, Zubimendi e Illarra, entre otros, ese pensamiento de gran jugador se multiplicó exponencialmente. Da igual en qué posición le ponga Imanol que siempre es un hombre a tener en cuenta para los rivales. Un incordio constante.
Ayer contra el Atlético Rafinha fue titular por decimotercera vez en Liga actuando como mediapunta en el 4-4-2 por delante de Zubimendi, con Merino a su derecho e Illarra a la izquierda. Y como acostumbra, desde el inicio del encuentro dio muestras de su gran capacidad asociativa, ya sea con los atacantes o con los defensores. Si a eso, además, se le suma que pudo marcharse a casa con más de un gol en su cuenta particular, el encuentro del '17' realista rozó el sobresaliente. El único pero fue la amarilla que vio en el 36 por llegar tarde en una acción con Savic en una demostración de estar en todos lados. Porque este domingo el mapa de calor de Rafinha ocupó prácticamente todo el campo hasta el punto de desquiciar por momentos a un portento físico como es Kondogbia, con quien tuvo un par de encontronazos después de hacerle mucho daño a la espalda sobre todo en la primera parte, aunque también en la segunda.
Por lo demás, el centrocampista se encargó de generar las ocasiones más claras de la Real. La primera a la media hora. En una gran jugada individual, Sorloth se marchó en profundidad de Reinildo para con un cambio de ritmo encontrar la opción de lanzamiento. Su disparo con la izquierda, sin embargo, lo despejó Oblak y el balón cayó en las botas de un Rafinha que acabó estrellándolo en el poste. Era solo el primer aviso.
El segundo llegó un minuto antes del descanso en una jugada combinativa que tuvo nuevamente al delantero noruego como protagonista. El hispano-brasileño, tras varios pases, pudo hacer el 1-0 al quedarse en un mano a mano con el guardameta rojiblanco pero su disparo se marchó ligeramente desviado. Y eso que tuvo tiempo suficiente como para controlar e incluso levantar la cabeza para así decidir por dónde quería intentarlo. Cualquiera de los dos lados eran buenos. Optó por el de su pierna natural y salió rozando el poste izquierdo. Poco después volvería a intentarlo desde muy lejos.
Ya en la reanudación, Rafinha siguió ofreciendo un alto nivel y generó ocasiones con sus movimientos entre líneas hasta que fue sustituido en el minuto 63, cuando recibió los aplausos de los aficionados.