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Precio de la suscripción 4,95€/mesFue un día grande para la Real Sociedad, uno de esos que quedan grabados en la memoria. Un Anoeta espectacular, una afición volcada, un campo magnífico, un comienzo de partido esperanzador, un equipo entregado..., pero un final con derrota. Injusta seguramente, porque los blanquiazules tuvieron más ocasiones y pudieron y debieron sentenciar, pero derrota al fin y al cabo.
Si empezamos por el partido, fue una pena. La Real se adelantó en el marcador, como ha hecho en todos los partidos de esta temporada, pero terminó perdiendo. Tuvo a un Barça regular en sus manos, pudo fulminarle en el comienzo de la segunda mitad, pero perdonó. Y lo terminó pagando. En dos saques de esquina -es muy posible que en el primero hubiera falta de Suárez- los de Valverde voltearon el marcador, precisamente cuando más felices se las prometían los realistas.
Cuando más cerca de la Real Sociedad estaba el encuentro, llegaron los goles visitantes. Pero el fútbol es así. Los de Garitano hicieron un esfuerzo extremo para, con todos los contratiempos que tenían en forma de lesiones, no solo plantarles cara sino incluso ponerse por delante. Había que sufrir en cada balón. Y los blanquiazules lo hicieron. Había que defender con orden, con concentración, saber esperar el momento. Y también lo hicieron.
Lástima de esas ocasiones desaprovechadas en el comienzo de la segunda mitad. Una de Oyarzabal. Una de Juanmi. Y otra de Theo. El 2-0 hubiera puesto Anoeta patas arriba. Pero no. Lo que se encontró la Real fueron dos goles de rechaces tras sendos saques de esquina. Y luego ya fue imposible. Una pena, porque los de Garitano no merecieron perder ante un Barcelona que jugó poco o nada, pero que se llevó los tres puntos de Anoeta sin merecerlo.
Pero como les decía al principio, fue una derrota pequeña en un día grande. Tuve la suerte de entrar a Anoeta con varias de esas generaciones que no conocieron Atocha y que ayer, literalmente, alucinaron. Gente de entre 15 y 21 años que levantaba las cejas de incredulidad ante lo que veían. Nada del otro mundo, dirán. Y es verdad. Anoeta solo es un campo de fútbol, pero es que después de 25 años jugando en un estadio ya arcaico, había razones para alucinar. La puesta en escena del partido fue impresionante.
No les voy a hablar de Atocha, porque aquel campo fue único y no se repetirá en la historia del fútbol. Pero sí se demostró ayer que aquello de que aquí la gente no anima, de que aquí somos muy fríos es una milonga. Anoeta, por fin, es un campo como los demás, con la diferencia de que el color de las gradas es blanquiazul, de que las gargantas gritan en apoyo de la Real. No es que el fútbol se vea mejor, que desde luego, es que es el fútbol en su plena esencia. El trabajo que se ha hecho en cuatro meses en las nuevas instalaciones ha sido grande. Y esto promete emociones fuertes. Porque todavía tiene que mejorar. Como el equipo, cuando recupere todo su potencial ofensivo. Cuando se incorporen al grupo los lesionados.