Diario Vasco

LA CRÓNICA

La Real Sociedad, con las alas cortadas

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Presión. Illarramendi observa la acción en la que Zurutuza trata de arrebatar el balón a André Gomes. / REURTERS

  • González González ajusticia a la Real al perdonar las rojas a Messi y Neymar y pitar una caída del brasileño dentro del área como penalti

  • El colegiado castellano muestra una vez más que sus actuaciones en contra del cuadro txuri urdin no son casualidad

Muchas molestias se han tomado ahí arriba para que la final de la Copa la protagonicen los de siempre. Por ese camino va. Ya se puede preparar el Celta para lo que espera en la vuelta. Porque lo de anoche en Anoeta volvió a ser otro escándalo de González González, un árbitro que tiene a la Real entre ceja y ceja. Claro que la culpa no es suya, sino del que le designó para adulterar esta semifinal. El mismo que ordenó el peor horario posible y permitió que uno de los dos contendientes tuviese el doble de descanso que el otro. Como si disponer de un presupuesto diez veces superior no fuera suficiente ventaja. Es lo que hay.

Lo más doloroso de todo es que esta vez el colegiado castellano se mofó a la cara de todo Anoeta. Anteriormente había afilado su sibilino silbato lejos de aquí, respaldado por las aficiones de los poderosos de este fútbol. Anoche no tuvo reparos en hacerlo delante de una hinchada a la que hace tres años robó el sueño de jugar una final. Ahora, en unas circunstancias muy distintas porque la Real llegó más justa de fuerzas que otras veces, repitió la misma faena. Primero con el penalti a Neymar. Pero sobre todo al obviar las claras expulsiones de Messi y Neymar, que más allá de haber obligado a jugar a los azulgranas en inferioridad, les hubiera privado de disputar el partido de vuelta. La patada del brasileño a Aritz en la cabeza y la dura entrada del argentino a Navas, ambos ya amonestados, son el más claro ejemplo del escarnio al que sometió el árbitro a todo un club. Normal que el Barcelona vaya a rebufo del Real Madrid, en lo colectivo y en lo individual, porque hacía tiempo que no se veía en Anoeta un equipo tan marrullero como el catalán. Sinónimo de que no le van muy bien las cosas este año.

El once de gala con Aritz. En lo deportivo, Eusebio pudo finalmente contar con todos sus hombres a pesar de que alguno de ellos llegó bastante justo al partido y se notó. Pero en el once inicial estaban los mismos que se midieron al Barça en Liga el pasado 27 de noviembre, con la única variación de la entrada de Aritz en el lateral derecho por el lesionado Carlos Martínez. El resto era el equipo más repetido por el técnico en la presente temporada, aunque Navas y Vela reaparecían de inicio después de haberse ausentado en los últimos partidos. Así, aunque eran los mismos hombres, las circunstancias que les rodeaban eran muy diferentes.

En las filas enemigas la principal novedad fue que Luis Enrique podía contar con Iniesta en el centro del campo ya que hace dos meses estaba lesionado, con lo que ello significa en el estilo de juego barcelonista. Atrás, dejó en el banquillo a Mascherano y Alba para dar entrada a Umtiti y Digne, mientras que bajo los palos jugó el portero de la Copa, Cillessen, en lugar de Ter Stegen.

Reducir el partido a una fase concreta. Desde el arranque se pudo comprobar que la Real no estaba como otras veces y que iba a ser difícil plantar cara al Barça a lo largo de los noventa minutos con la misma intensidad que en noviembre. En esta eliminatoria trucada, el horario y el hecho de que el adversario dispusiera del doble de descanso condicionó el guion del partido. Si el cuadro txuri urdin no podía hacer valer su ímpetu y poderío físico para correr, el conjunto catalán lo tendría mucho más fácil, como así fue.

La consigna era no perder la eliminatoria en los primeros compases a la espera de que en la vuelta, con la recuperación más equilibrada, la historia sea diferente a pesar de jugar fuera de casa. Por eso, la presión adelantada que intentó la Real al comienzo fue más fuegos de artificio que otra cosa porque la cabeza quería pero las piernas decían otra cosa. Pedían más mesura en los esfuerzos. No obstante, Oyarzabal aprovechó un error de Umtiti en la salida de balón para intentarlo desde lejos en el primer aviso del choque.

Al Barcelona, mientras tanto, se le veía tranquilo por varias razones. Primera, porque la intensidad realista no era la de aquel partido de Liga. Segunda, porque Messi tenía esta vez cerca a su mejor socio en la zona de creación, Iniesta. Y frenar a los dos de golpe era complicado. Y tercero, porque ahí estaba González González para echarle una mano.

El criterio de González González. El 'azote del realismo', como ya se le conoce por estos lares, no tardó en mostrar su animadversión hacia el equipo blanquiazul para que el grande, una vez más, encarrilara la eliminatoria. El Barcelona pilló a la Real en una contra en la que Neymar tuvo metros para encarar a Aritz mientras este retrocedía. Cuando entraba en el área el brasileño notó un mínimo contacto y se tiró. El colegiado castellano no tardó en irse hacia el punto de penalti. El mismo que hace tres años no vio una pena máxima como una casa de Mascherano a Vela y que el año pasado en el Bernabéu se tragó dos penaltis clarísimos a favor de la Real, no tenía ninguna duda en esta ocasión, lo que demuestra su doble criterio para unos y otros equipos.

Antes de este partido podía haber alguna duda sobre si tuvo mala suerte anteriormente con los guipuzcoanos. Ahora no me queda ninguna: pita lo que le da la gana y tiene un criterio a la carta en función de quién sea el beneficiado y quién el perjudicado. Que no expulsara a Messi y Neymar fue un auténtico escándalo. A ver qué dice el justiciero Piqué al respeto.

Entrega hasta el final. Por detrás en el marcador, la Real lo intentó con más voluntad que frescura. Tuvo sus opciones, principalmente a balón parado, con dos cabezazos de Navas y otro de Illarramendi. También Yuri hizo algo de daño por la izquierda, pero no como de costumbre. Con Vela tocado y el resto del equipo cansado, llegar vivo a la vuelta ya es algo destacable, aunque ganar en el Camp Nou será muy complicado.

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