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«En su día vi las orejas al lobo, por eso ahora juego cada partido como si fuera el último»

Yuri Berchiche vive su momento más dulce desde que llegó a la Real. En la imagen posa para la entrevista en las instalaciones interiores de Zubieta.
Yuri Berchiche vive su momento más dulce desde que llegó a la Real. En la imagen posa para la entrevista en las instalaciones interiores de Zubieta. / LUSA
  • Yuri Berchiche - Jugador de la Real sociedad, «Hace dos años tuve una oferta de Francia que me resolvía la vida pero opté por triunfar en la Real», afirma el defensa

Yuri Berchiche (Zarautz, 1990) vive días de vino y rosas en la Real Sociedad. Después de dos temporadas de adaptación, en la tercera ha explotado y se ha convertido en uno de los referentes del equipo. A pesar de ser lateral, tres asistencias, un gol y un penalti provocado ante el Atlético muestran su influencia en el juego ofensivo. Lo mejor de todo es que aún parece disfrutar de un importante margen de progresión. Nos juntamos con él en Zubieta para compartir sus sensaciones en el momento más dulce de su carrera.

- Se le ve más fuerte que nunca, ¿no?

- Los dos años en Eibar también fueron muy buenos pero ahora siento una confianza muy grande que hacía tiempo que no tenía.

- Las características de su juego son las mismas que ya mostraba en cadetes pero ahora se le ve un futbolista más seguro y más hecho...

- Mi juego siempre ha sido el mismo, la verdad. En Eibar ya jugué así, lo que pasa es que era una categoría inferior. Cuando llegué a la Real el cambio fue muy grande: el club, la categoría, el sistema, el estilo, los compañeros... Ahora es mi tercer año aquí, conozco mejor la plantilla, la competición, y esa experiencia acumulada los dos años anteriores se nota.

- ¿Tan importante es tener continuidad?

- Para mí, sí. Cada futbolista tiene una trayectoria diferente. Yo he llegado tarde a Primera, casi con 25 años, cuando muchos ya han debutado a los veinte. Los partidos me han dado un poso que ha repercutido positivamente en mi juego actual.

- Ahora se le ve seleccionar mejor las subidas y el último pase, ¿qué se esconde detrás de esa mejoría?

- Siempre he sido consciente de mis fallos. Me faltaba elegir bien cuándo subir. No se trata de correr mucho sino de hacerlo bien. Ahora he progresado en esa faceta y en cómo dar el último pase. Con vídeos, entrenamientos y las charlas con el míster he ido mejorando mi juego. Llevo tres asistencias y un gol, pero soy ambicioso y seguiré intentando progresar para mejorar estos números.

- Su camino en el fútbol no ha sido nada fácil. ¿Valora ahora mucho más el momento actual?

- Desde luego. Gente de mi edad como Illarramendi o Iñigo han estado aquí toda la vida y han ido subiendo peldaño a peldaño hasta el primer equipo. Yo soy un caso diferente. Me busqué la vida fuera de la Real y he llegado más tarde. Lo bueno de mi recorrido es que he conocido distintos países, clubes, formas muy diferentes de pensar y me ha enriquecido.

- Futbolistas más jóvenes como Illarra, Ros, Griezmann, Iñigo y Pardo estaban en aquel equipo de Montanier que maravilló en la 12/13 mientras usted jugaba en Segunda B. ¿Siente vértigo al mirar atrás?

- Veía jugar a ese equipo por televisión y era inimaginable que yo pudiera vivir algo así en primera persona. Salir de la dinámica de Segunda B es muy complicado pero con el Eibar vivimos un milagro. En la primera eliminatoria para ascender a Segunda estuvimos eliminados ante el Alcoyano hasta que Diego Jiménez marcó en el último momento. Aquello cambió mi vida. Muchas veces me he preguntado dónde estaría sin ese golpe de fortuna. Seguramente no estaría aquí. Pudimos subir a Segunda y conocer la otra cara del fútbol, la del fútbol profesional.

- ¿Tan duro es ese otro fútbol?

- En Segunda B las fichas no superan los 1.500 euros y en muchos clubes hay problemas de impagos. Esa es la realidad del fútbol que no se ve. He conocido a mucha gente humilde con historias terribles por detrás.

- ¿Esa necesidad que pasó entonces tiene que ver con la voracidad que demuestra sobre el campo?

- Puedo decir que vi las orejas al lobo. Jugar al fútbol siempre se me ha dado bien. Fui dos años seguidos a la selección española sub-17, primero con los mayores y después con los de mi edad. Pero por no tener la cabeza centrada cometí errores que me penalizaron en su día. Afortunadamente aprendí de ellos y me pude reenganchar a esta profesión, algo que no es muy habitual, porque las segundas oportunidades pocas veces se dan.

- ¿Cuándo se dio ese cambio?

- En 2012, cuando tras mi paso por el Real Unión vino la Real a ficharme para cederme al Eibar. Entonces lo vi claro. Era el último tren. Cambié el chip de forma radical con la ayuda de mi gente. Cambié los hábitos de vida y desde entonces todo ha ido a mejor. Esa experiencia hace que juegue cada partido como si fuera el último de mi carrera.

- ¿A qué personas se refiere?

- Mi novia, Maddi, me ha cambiado totalmente. Llevo seis años con ella, nos casaremos en 2018 y le debo mucho. Es una persona que me cogió en lo más bajo a nivel futbolístico, cuando estaba en el Real Unión y ni iba convocado. Con ella se me encendieron las luces y desde entonces he ido progresando. Sin su apoyo no estaría ahora aquí. También les debo mucho a los aitas. Mi padre se sacrificó mucho para llevarme a entrenar desde Zarautz hasta Donosti en mi época del Antiguoko o a todos los torneos que jugaba. Ha aguantado días de frío y lluvia para que yo hiciese lo que me gustaba. Siempre estaba ahí y nunca se lo he agradecido.

- ¿Qué hábitos cambió?

- La alimentación, la manera de hidratarme, acostarme temprano... Pequeños detalles que no piensas que te van a cambiar la vida pero que te ayudan a sentirte mejor, tanto en lo físico como en lo anímico.

- Otra persona importante en su carrera fue Olabe, que le fichó para la Real en cadetes y luego se lo llevó al Valladolid y al Real Unión.

- Ha sido fundamental, porque como director deportivo me fichó para la Real y después para el Valladolid. En el Real Unión lo hizo como entrenador y ahí mantuvimos una relación más tirante. Él confiaba mucho en mí y quizás yo no le respondí. Si Olabe no llega a estar ese año en Irun no habría fichado al año siguiente por la Real. Le debo mucho.

- Pocos sabrán que en su época en el Tottenham coincidió con Bale...

- Él es unos meses mayor y a los 19 años ya estaba en el primer equipo, pero Juande Ramos no le ponía mucho. Yo jugaba en el reservas. Ambos lo hacíamos de lateral, así que cuando bajaba me iba al banquillo. Ya se veía que iba a ser un jugadorazo. Hace dos años en el Bernabéu, en un córner, de repente se me acerca y me dice: 'Tú eres Yuri'. No sabía que yo estaba en la Real y yo, como soy algo cortado, tampoco quise saludarle antes en el túnel de vestuarios. Desde entonces siempre que nos enfrentamos charlamos un rato, aunque el año pasado en el Bernabéu tuvimos un roce en aquella jugada en la que centró y el balón me dio en la mano después de rebotar en el cuerpo. Pidió penalti y yo le dije que en Inglaterra, donde está mal visto engañar, no lo hubiera hecho. Se quedó ahí.

- ¿Se cambiaron las camisetas?

- No. Del Madrid no tengo ninguna. No me tira mucho. Tengo las de otros compañeros como Muniain y Eraso, del Athletic, Isma López del Sporting, Dani García del Eibar...

- ¿Haber jugado de extremo en infantiles tiene algo que ver con su vocación ofensiva?

- Ya sabes que entonces me ponían arriba. Ahí empecé a hacer goles y dar asistencias. Cuando llegué a la Real en cadetes Iñigo Cortés y Lutxo Iturrino nos repartieron una hoja para que escribiésemos en qué dos puestos nos gustaría jugar. Yo puse que de extremo y luego de lateral. En un partido de la Nike Cup me pusieron atrás y ahí me he quedado hasta hoy.

- Las estadísticas de LaLiga le colocan como el segundo mejor lateral zurdo del campeonato por detrás de Filipe Luis, ¿se lo cree?

- Lo bueno que tengo es que sé dejar a un lado lo que dicen de mí. Ni ahora soy tan bueno ni antes tan malo. Leo los periódicos, me gusta saber qué dicen de mí, porque hay cosas que me pueden ayudar a mejorar, pero al rato ya me he olvidado de todo. No me hacen olvidar quién soy.

- Quizás Lopetegi no sepa que tiene pasaporte francés y que su padre es argelino...

- Mi padre nació en Argelia, pero desde pequeño vivió en Sempere, en Iparralde. Cuando nací se empeñó en que tuviese también la nacionalidad francesa. ¿Lo de Argelia? Te voy a contar algo que pocos saben. En verano estaba de vacaciones con la novia y recibí una llamada del segundo entrenador de Argelia, al que Cadamuro le había pasado mi móvil. Me dijo que si quería jugar con ellos. Le agradecí el interés pero les dije que no, que no me sentía argelino. No sé si me habré equivocado, porque el Mundial de Rusia 2018 está a la vuelta de la esquina y a quién no le gustaría jugarlo, pero le dije lo que me salió. Yo no hablo francés y vengo de una cultura diferente. Pensaba que me metía en un jardín, aunque no fue una decisión fácil.

- ¿Y si le llama Deschamps?

- ¡Qué me va a llamar! Francia tiene muy buenos jugadores. Sería algo surrealista. Hay muchos casos de futbolistas que juegan en selecciones distintas a las de su país de nacimiento pero yo no me veo.

- Regresemos a la Real. Recuerdo que en su primer año aquí confesó que jugar en Anoeta le imponía, ¿ya ha superado ese miedo?

- Notaba un murmullo cuando tocaba el balón. Salía agarrotado y eso me hacía precipitarme. La afición de Anoeta es muy exigente y siempre quiere que hagas bien las cosas. Ya le he dado la vuelta a la situación.

- ¿Cuándo notó que la cosa era diferente?

- A partir del 0-4 contra el Levante de la pasada temporada. No empecé jugando la Liga pero ese partido me salió bien y luego contra el Celta en Anoeta me sentí a gusto. Di una asistencia a Agirretxe y vi que algo había cambiado.

- La pasada temporada firmó su primer buen contrato con la Real, hasta 2020. ¿Le dio la tranquilidad que podía faltarle?

- Es posible. Finalizaba contrato en junio y no empecé jugando. La situación no era fácil porque lo normal es que me pusiera nervioso al no tener el futuro resuelto. Pero la verdad es que en el campo me sentí muy cómodo. Supe aislarme de todo hasta firmar el nuevo contrato en enero.

- Hace dos veranos, cuando no tenía el status actual, recibió una buena oferta de un potente club francés y la rechazó. ¿Por qué?

- Porque quería triunfar en la Real. Multiplicaba lo que cobraba aquí y me resolvía la vida. Además, De la Bella era titular y no había jugado mucho en mi primer año. Pero en la vida no todo es el dinero. Triunfar en casa y vivir con los tuyos es algo que no encuentras en otros sitios. Me siento a gusto en este club, con estos compañeros y no me quiero mover.

- ¿Cómo entendió la salida de De la Bella en verano?

- Me dio pena porque mi relación con él era magnífica. Es una persona muy querida en el vestuario que siempre estaba dispuesta a echarte una mano. Ha sido un ejemplo para mí y ojalá pudiera conseguir en la Real lo que él ha logrado. En la boda de Granero le pude agradecer cara a cara todo lo que había hecho por mí.

- Pero le dejaba el camino libre...

- En ese sentido vi que el club apostaba por mí y que mi obligación era responderle con rendimiento.

- ¿Qué sueña con lograr en la Real?

- Antes lo hacía con que llegara este momento en el que pudiéramos jugar tan bien y disfrutar tanto en el campo. Irme contento a casa después de un partido es lo mejor que me puede pasar. Clasificarnos este año para Europa sería increíble.

- Y hacer una buena Copa, ¿no?

- Hay que ser realistas. Ganar un título es difícil porque hay equipos con presupuestos mucho mayores. Nosotros debemos trabajar duro para explotar nuestras virtudes. Ojalá lleguemos lejos, aunque para ello Madrid y Barça deben ir por el otro lado del cuadro. Tal y como está organizada esta competición ahora mismo es difícil que los grandes no la ganen.

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